miércoles, 23 de diciembre de 2015

La canción del hombre araña

Spiderman se arrastra por la calle
Camino del colegio una mañana
Camino por el paseo del parque
Voy, pero voy de mala gana
 
He desayunado magdalenas
Que compré en el Mercadona
Y no son buenas
 
He preparado la mochila
Libros y cuadernos
Me tomo una tila
 
Superhéroes de tebeo
Cojo el chubasquero
Porque el cielo pinta feo
 
Spiderman se arrastra por el parque
Camino del trabajo una mañana
Qué difícil es hacer de padre
Voy, pero voy de mala gana
 
Tengo al retoño escayolado
Accidente doméstico,
Todo controlado
 
Mi sentido arácnido zumba
En un cruce peligroso
Y compongo esta rumba
 
La canción del hombre araña
Susto en el semáforo
Me beberé unas cañas
 
Spiderman ya tiene otra canción
Camino del colegio una mañana
Casi nos atropella un camión
Canto, pero canto de mala gana

jueves, 17 de diciembre de 2015

Dobles

En la foto, juvenil,
La gitanilla del DNI
O en el bar, su dueña,
Imponente aún,
Sonríen las dos,
Al mismo tiempo.

viernes, 27 de noviembre de 2015

Una hora con la subdirectora

Una hora
Con la subdirectora

Es como:

Un paseo en lancha motora
Vacaciones en Bora-Bora
Arreglar el atasco de papel en la fotocopiadora
Que te diga que estás sano tu doctora
Si siempre fuera aquí y ahora
Mucho mejor que una hora con la directora
-¡Dónde va a parar! Sí, señora
Estar encantado por la encantadora
Una hora salvadora
Pero, también, pecadora
Ver llegar la aurora
Disparar con una ametralladora
Poner a toda velocidad la mecedora
Una luz cegadora
 
Es, en fin, como el tiempo, cuando mejora

jueves, 5 de noviembre de 2015

El sitio de la alegría

El sitio de la alegría
 
No tiene unas coordenadas fijas,
En términos de latitud y longitud,
Y tampoco está señalizado.
No tiene bandera ni himno,
Carece de frontera o límites,
No conoce gobierno ni rey,
Y no se sujeta a ley alguna.
En lo que atañe a superficie, ocupa
lo que la palma de una mano,
y quienes lo hemos estudiado
afirmamos, sin duda,
que allí suceden fenómenos raros:
se para el tiempo, suenan risas.

La alegría reside ahí:
Detrás de tu cuello
Sobre tu espalda
Bajo tu pelo
En lo que ocupa
La palma de mi mano.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Te veo bajar calle Mariblanca y pienso en inundaciones.

Te veo bajar calle Mariblanca y pienso en inundaciones.
 
Cuentan que hace bastantes años hubo en Málaga unas inundaciones catastróficas,
que llovió durante días seguidos y la ciudad quedó completamente anegada,
con las plazas convertidas en pantanos y las calles como torrenteras.
Hay fotos, las he visto, pero yo no estaba allí cuando ocurrió.
Hace algunos años (dos o tres, aunque puede que alguno más), volvió a diluviar.
Sé que fue por el mes de diciembre,
porque yo estaba fuera de Málaga por el puente de la Constitución,
pero recuerdo que muchos amigos me enviaban fotos,
con las calles de Málaga convertidas en ríos, con el agua bajando caudalosa por la calzada.
Sí que he visto en alguna ocasión el cauce seco del Guadalmedina
arrasado por una corriente que arrastra de todo,
cuando, también a causa de la lluvia, abren la presa esa lejana,
y aunque no es lo mismo, se hace uno la idea.

Te veo bajar calle Mariblanca y pienso en inundaciones,
porque bajas arrolladora como una tromba de agua,
y porque, como el agua torrencial, tu presencia llena cada rincón libre de la calle.
Y pienso, incluso, que, también como el agua, te precipitas desde el cielo
y desciendes a toda velocidad,
resbalando rápida,
deslizándote imparable,
fluyendo con naturalidad.
Como el agua, sí, tocas la tierra para repartir vida y destrucción a partes iguales,
efecto del trueno que es tu risa en la tormenta: puro aparato eléctrico.
Igual que el agua en una inundación, bajas la calle haciendo remolinos,
con la deriva de la melena que se mece en el oleaje de la tela cuando te ajustas la rebeca

Te veo bajar calle Mariblanca y pienso en inundaciones,
y, en la esquina de la Trucha, que es más bien la esquina de Proteo,
me siento un coche mal aparcado en plena torrentera,
que ve como la corriente está a punto de llevárselo.

martes, 28 de julio de 2015

Imperium (6)

Prueba irrefutable de que mi voluntad ha sido la informadora de todo el orden cósmico es el hecho de que haya dispuesto todo para aparecer en las circunstancias precisas para estar aquí y ahora. Mirándote. Todo debía confluir hasta este justo momento, que marca un segundo cataclismo generador, un principio de algo que está por llegar y que viene precedido por un manto de vacío con galaxias consteladas en suspensión. O puede que solo sean los focos de este bar, pero al final es efecto es muy parecido. Todo debía organizarse para eliminar las opciones superfluas y determinar las combinaciones únicas de eventos hasta el aquí y el ahora.

Y así, no puedo dejar de resaltar algunos hechos que se han tenido que quedar en la madeja para propiciar el hilo causal adecuado:

(…)

Imperium (5)

Esta noche, por efecto de tu campo gravitatorio, soy un cometa ardiente que gira y gira en la oscuridad. Me consumo en vueltas infinitas, y me voy desgastando en una estela de brasas incandescentes que se dispersa hasta apagarse. De lo que he sido, no queda nada más que un rastro de recuerdo de luz y calor. Me precipito hacia ti en una espiral cerrada, al tiempo que me voy haciendo cada vez más pequeño y frío, anhelando el calor del impacto, la explosión del contacto. Una roca con envoltura de hielo en suspensión que se dirige irremediablemente a un punto no determinado de tu superficie (nadie se ha molestado en hacer los cálculos finos) y que, en su trayectoria, no piensa si sobrevirirá al choque o se pulverizará en una lluvia de arena cósmica, pues el choque es lo que, en ese preciso instante, le da razón y lugar en el equilibrio perfecto del universo.

Si hubieras nacido en otra época, en otro lugar, en una tribu más sabia que nuestros contemporáneos, con chamanes y hechiceros, se habrían referido a ti como aquella que rompe las órbitas, pues ningún objeto puede mantenerse a distancia constante de ti, y todos y todo se ven atraídos por tu fuerza, imposible de definir con fórmulas matemáticas, y más allá de las leyes de la física: una fuerza que requiere de chamanes y hechiceros para ser descrita (pero nunca explicada).

Imperium (4)

Habrás advertido ya que el desempeño de ser la medida de todas las cosas y el ejercicio de ejecutar voluntad pura exigen un proceso que no está exento de generar residuos: es tal la cantidad de fantasía que debe emplearse en –por ejemplo- una tarea tan simple, en apariencia, como crear una galaxia, por muy lejana que queramos colocarla, que al final siempre resulta inevitable que queden girones de materia inservible esparcidos por el espacio. Los has visto y los seguirás viendo, porque aquí toman la forma de excesos gráficos: garabatos de lo que pudo ser, diseños inconclusos, virutas, material de desecho que flota inerte en el espacio de la página, en los márgenes del texto que contiene el plan maestro de la creación, entre los párrafos de lo que debe ser y es, en órbitas constantes sobre las palabras, mis palabras, que definen la existencia. 

Imperium (3)

Hay que dejar constancia, si queremos ser justos (es el caso: aspiramos a la justicia), de que todo esto del universo me resulta, en el fondo y en última instancia, algo bastante inabarcable. Aquí me tengo que fiar de lo que dicen los –supuestos- expertos, y me fio porque tampoco hay nadie que proponga nada que pueda ser más interesante o más divertido y que, por muy descabellado que pareciese, mereciera la pena adoptar como credo. Por tanto, admito que hubo una explosión tremenda que proyectó la materia a chorros que se fueron expandiendo por el espacio y que terminaron por condesarse aquí y allí formando los cuerpos celestes. Lo que había antes de la explosión no me queda claro del todo, pero, en fin, no parece cosa de preocuparse en exceso, porque lo que hubiera antes de todo debía tender a la nada, y mal estaríamos si tuviéramos que preocuparnos por detalles minúsculos: este es un universo sometido a la ley del punto gordo, y basta con que las cosas tengan sentido de manera más o menos general; no es imprescindible que todas las piezas encajen suave y elegantemente: hay espacio para desajustes mínimos. Hablamos a escala cósmica, pero sin renunciar al detalle. Decía, pues, que hubo una explosión, y que la materia (o la energía, que para el caso es lo mismo, o fue lo mismo, o será lo mismo) se fue enfriando desde su estado inicial de incandescencia hasta algo parecido a pedruscos. Pero pedruscos de distintas categorías, calibres y calidades, desde simples asteroides, planetoides y planetas (moles de roca sin otra función que atraerse, repelerse y, de vez en cuando, chocar unos con otros), hasta estrellas ardientes y radiantes, pasando por cometas, flujos de radiación, concentraciones de polvo estelar y otros cuerpos aún por descubrir, que incluyen anomalías de todo tipo y excepciones a las reglas generales: desajustes.

Ahora bien, esta incomprensión sobre los mecanismos más elementales que confluyeron en la génesis de nuestro universo no impide considerar el papel fundamental de mi voluntad en todo el proceso. En primer lugar, porque es evidente que tuvo que existir una voluntad informándolo todo, y que, en esa línea, y prescindiendo de sensiblerías religiosas, tanto da que fuera una inteligencia más o menos etérea y desubicada (no podía venir de otra galaxia, porque aún no había otras galaxias, ni -en puridad- ninguna galaxia) o que fuera una sencilla gota de mi voluntad, una palabra, como unidad mínima del ánimo, que fue desplegándose una y otra vez y expandiéndose hasta encarnarse en la materia. Me gusta más pensar que fue esto último, la palabra, porque me permite perderme en imaginar cuál fue esa primera palabra que hizo nacer la realidad.

(…)

Imperium (2)

Yo soy la medida de todas las cosas, y mi trabajo consiste en ejecutar. Decido, mando y ordeno. Organizo el cosmos con la sabiduría que me ha sido concedida, que puede ser mucha o poca, pero que -en cualquier caso- es lo que tengo para repartir. Hoy he fundido varias galaxias enteras (puede que algún planeta habitado también) en una roca incandescente que he lanzado a dar vueltas por el abismo, sólo por demostrarme que era capaz de algo así (capaz en términos físicos, moralmente debo admitir que actos más reprobables he cometido).

Es un truco sencillo (fundir galaxias en fuegos de artificio) pero, por eso precisamente, eficaz. Como sacar cordilleras del costado de un planeta, plegar su superficie en dientes de roca; como bañar con radiación sistemas solares enteros, abrasando la vida hasta desinfectarlos por completo; como revolucionar una estrella hasta que entra en fase de super-nova y explota dejando un desgarrón en el tejido de la galaxia. O, incluso, cosas más pequeñas, más de detalle: soplar la brisa de una tarde de verano; dirigir bandadas de pájaros por el cielo; establecer el orden de prelación de las olas hacia una playa; o, también, darle formas caprichosas a las nubes: un cocodrilo; una taza; la cara de un familiar; o un pulsar deshilachándose en corrientes de rayos gamma.

Imperium (1)

Yo soy la medida de todas las cosas. Lo bueno, lo malo; lo justo, lo injusto; lo correcto y lo incorrecto. Mi voluntad absoluta es la horma de la realidad. Todo se pliega ante mis actos. Hoy, hasta las nubes hunden su rodilla en la tierra, respetuosas, a mi paso. La existencia se mide e interpreta a partir de un gesto de mi mano. Nada hay si yo no quiero que sea, y es cuanto yo quiero que haya. Nadie puede sustraerse a este principio, y tú menos que nadie. El universo es una mera representación de mis designios y, como tal, se encuentra sometido a la fuerza de mi decisión.

Repetir como un mantra al menos diez veces al día.

Especialmente por las mañanas: cuando amaneces y eres indestructible, inquebrantable, indoblegable, ignífugo, indómito, imbatible, irrompible, e imparable. No importan las heridas que te llevas al sueño la noche anterior, porque el amanecer siempre te otorga su coraza.

Pero, también: en las horas oscuras (que las tienes, aunque sean las menos).