A las siete víctimas mortales,
De la erupción del Sinabung,
En mayo del dos mil dieciséis .
Es culpa nuestra la lava,
Tanto mensaje incendiario,Tenía que permear la tierra,
Y salir por algún lugar.
Fue el volcán de Sumatra,
Como podía haber sidoLa falla de San Andrés,
Y ocurrir un terremoto.
Ciudades destruidas,
Por un temblor del suelo,Réplica de nuestros besos,
Enviados por mensajería rápida.
O un tsunami en Japón,
Con sus fugas radioactivas,Y monstruos mutados gigantes,
Por el deseo de abrazarnos.
Estando cerca, aún separados,
El cariño se condensa inofensivo,Estando lejos, pero conectados,
Se vuelve violento y tectónico.