miércoles, 21 de octubre de 2015

Te veo bajar calle Mariblanca y pienso en inundaciones.

Te veo bajar calle Mariblanca y pienso en inundaciones.
 
Cuentan que hace bastantes años hubo en Málaga unas inundaciones catastróficas,
que llovió durante días seguidos y la ciudad quedó completamente anegada,
con las plazas convertidas en pantanos y las calles como torrenteras.
Hay fotos, las he visto, pero yo no estaba allí cuando ocurrió.
Hace algunos años (dos o tres, aunque puede que alguno más), volvió a diluviar.
Sé que fue por el mes de diciembre,
porque yo estaba fuera de Málaga por el puente de la Constitución,
pero recuerdo que muchos amigos me enviaban fotos,
con las calles de Málaga convertidas en ríos, con el agua bajando caudalosa por la calzada.
Sí que he visto en alguna ocasión el cauce seco del Guadalmedina
arrasado por una corriente que arrastra de todo,
cuando, también a causa de la lluvia, abren la presa esa lejana,
y aunque no es lo mismo, se hace uno la idea.

Te veo bajar calle Mariblanca y pienso en inundaciones,
porque bajas arrolladora como una tromba de agua,
y porque, como el agua torrencial, tu presencia llena cada rincón libre de la calle.
Y pienso, incluso, que, también como el agua, te precipitas desde el cielo
y desciendes a toda velocidad,
resbalando rápida,
deslizándote imparable,
fluyendo con naturalidad.
Como el agua, sí, tocas la tierra para repartir vida y destrucción a partes iguales,
efecto del trueno que es tu risa en la tormenta: puro aparato eléctrico.
Igual que el agua en una inundación, bajas la calle haciendo remolinos,
con la deriva de la melena que se mece en el oleaje de la tela cuando te ajustas la rebeca

Te veo bajar calle Mariblanca y pienso en inundaciones,
y, en la esquina de la Trucha, que es más bien la esquina de Proteo,
me siento un coche mal aparcado en plena torrentera,
que ve como la corriente está a punto de llevárselo.